Hoy mi hija Julieta de 6 años, que ya tiene un canal de Youtube, en el que enseña cosas que va a aprendiendo como manualidades que hacen otros youtubers, tocar instrumentos, etc. me dijo: Ma, voy a grabar un video.
Ok, cerrá la puerta -le dije- así no sale lo que estoy conversando con tu padre en la sobremesa, por lo menos…
Se metió en su habitación, esta vez junto con su primo Fabrizio (casi 3 años), y juntos hicieron un video que no tiene desperdicio y sí mucho para reflexionar.
¿Por qué parece haber un abismo entre nuestro YO actual y ese YO posible-deseable que expresa naturalmente frente a una cámara eso que tiene para decir?
¿Cuántas trabas, barreras, censuras, creencias limitantes, prejuicios, mandatos, estereotipos, patrones culturales, preconceptos, juicios internos y externos, hay en el medio?
Lxs niñxs saben jugar, saben reírse de sí mismxs…
Aprenden a contar historias, a hacer juegos de rol…
Atraen la atención naturalmente, siendo… ellxs mismxs.
Conmueven porque mueven.
Se mueven y nos mueven adentro, nos remueven todas esas cáscaras viejas que, como la cebolla, tenemos que empezar a dejar caer.
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NANAS DE LA CEBOLLA
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
Miguel Hernández, 1939
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