Hoy Melina le puso las vacunas a Julieta, según marca el calendario, para su ingreso a escolar.
Melina es una joven enfermera de sonrisa dulce y mirada calma que trabaja en la Cruz Roja de San Andrés.
Un espacio público, gratuito, en el que Miriam recibe a cada familia con otra sonrisa y quizás también algo gracioso sobre el calor intenso de un sábado de febrero y el poco pero luminoso espacio de la Sala de Espera del Vacunatorio.
Miriam conversa con todos y todas. Va descubriendo sus gustos por el jueguito del teléfono que les padres entregan esa tarde a les niñes sin reparos, con tal de matizar un poco el momento. También sus miedos, especialmente los de los adultos.
Dispuesta a ponerse en el lugar de cada uno, Miriam me escucha y se vuelve cómplice en nuestra estrategia para conseguir, de la forma más amorosa posible, lo que no logramos en otro lugar, en un primer intento de darle las vacunas a Juli.
En aquel momento, un mes atrás, la enfermera intentaba su propia estrategia estandarizada de “agarrla-fuerte-o-la-agarramos-nosotras-o-que-pase-el-que-sigue-que-tengo-gente-afuera-mami” mientras Juli saltaba en crisis cuál gato suelto adentro de un auto.
No recuerdo su cara, no pregunté su nombre.
Llega el momento, paso yo primero y terminamos de acordar detalles con Melina. Pasa Juli con papá. Él se sienta, la tiene a upa y la abraza fuerte teniéndole los brazos. Ella gira la cabeza hacia mi lado para no ver la aguja. Yo me agacho, le acaricio la espalda y le cuento esa parte de nuestro libro favorito que siempre la hace reír. Ella empieza a llorar, dice cuánto le duele, pero sigue, confía.
Melina es amor y eficiencia. Salimos y Miriam afuera se une al festejo y a la felicitación para nuestra pequeña valiente que va camino a la juguetería.
Lo hicimos.
Seth Godin dice que nuestro trabajo como profesionales tiene que ser “emotional labor”. Tiene que ser generoso, empático. Porque más temprano que tarde, el resto del trabajo podrá ser hecho por máquinas. Pero ese… Ese no. Nunca. Ese es el que tenemos que hacer para que alguien recuerde nuestros nombres.
Gracias Melina. Gracias Miriam.
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