Akimbo de Seth Godin. Temporada 1 Episodio 4

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Hace unos 200 años, probablemente en una noche oscura y tormentosa, Mary Shelley le dio al mundo Frankenstein. Y él ha vivido en nuestras pesadillas desde entonces.

Casi al mismo tiempo, su esposo, un poeta intermitente y tortuoso llamado Percy, nos dio el «Bloqueo del Escritor». Describió la creatividad como un carbón que se consume y en uno de sus escritos más peligrosos escribió ‘… y la poesía más gloriosa que jamás se haya comunicado al mundo es probablemente una débil sombra de las concepciones originales del poeta’. 

Él preparó el escenario para lo que vendría pronto: la epidemia del Bloqueo del Escritor.

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El caso es que no existe el Bloqueo del Escritor. Joan Acocella tiene un gran artículo sobre esto en el New Yorker, y en él describe la evolución del Bloqueo del Escritor. Resulta que el poema de Percy, su escrito sobre atascarse, se esparció. 

Se esparció entre los poetas y luego entre los novelistas. Se esparció entre los psicoanalistas y luego entre la gente que escribe guiones y así, y así, y así. Entonces, cualquier redactor, editor de video, gurú de las redes sociales, orador público que valga la pena, tiene el Bloqueo del Escritor. 

Porque ese trabajo jugoso, el trabajo que buscamos hacer, el trabajo donde nadie nos dice cómo hacerlo porque nunca se ha hecho antes, ese trabajo con servicio de catering y grandes premios, donde hay clientes y audiencias y socios esperando que saquemos algo de la galera… Con ese trabajo, bueno nos bloqueamos, nos atascamos. Tenemos esta enfermedad que le hemos dado un nombre: Bloqueo del Escritor. Y no existe tal cosa.

Los plomeros no tienen el Bloqueo del Plomero. El plomero no aparece en tu casa cuando tienes un grifo que gotea y dice: No sé, estoy realmente atascado, estoy bloqueado, no estoy seguro, ¿Tienes un whisky?

No, no existe el Bloqueo del Plomero. No hay un Bloqueo del Cavador de Zanjas. No hay un Bloqueo del Ascensorista. ¿Por qué los escritores, los creativos obtienen esta mágica excepción especial?

Bueno, quiero decirte que no lo merecemos. Eso no es real. Que sí, nos quedamos estancados, nos sentimos estancados, pero la idea de que el Bloqueo del Escritor es algo de lo que en realidad no podemos escapar, que es como tener un resfriado o una verruga o cáncer … no lo compro. 

En cambio, creo que lo que nos pasa es que estamos confundidos. Estamos confundidos porque lo que realmente estamos diciendo es: No tengo ninguna idea que esté perfectamente formada. No tengo algo que esté seguro de que va a funcionar.

A medida que mejoramos en nuestro oficio, a medida que aumenta nuestra reputación, se vuelve cada vez más difícil superar este problema, porque cuando te sales de la media, cuando eres estibador en San Francisco en los años 30 o 40 y nadie espera mucho de ti, entonces puedes escribir. Y Eric Hoffer escribió. 

Pero una vez que tu reputación crece, una vez que crece, es que de repente nos empezamos a censurar. Empezamos a querer una guía para continuar, empezamos a maximizar en nuestra cabeza el problema de hacerlo no tan bien y minimizar la capacidad de hacerlo bien.

Entonces, tu problema no es que no tengas suficientes buenas ideas. Tu problema puede ser que no tienes suficientes ideas malas.

Hace años tuve la suerte de trabajar con el gran Isaac Asimov. Isaac fue uno de los escritores de ciencia ficción más importantes de su generación. Fue el primero en escribir sobre robots. Descubrió cómo escribir óperas espaciales. En total, escribió 400 libros.

Escribió y publicó 400 libros cuando no existía el Kindle y publicar uno mismo no era precisamente fácil. 

400 libros. ¿Cómo lo haces? Creo que le dije: ¿Cómo lo hiciste? Él dijo: Fue muy sencillo. Tengo esta máquina de escribir manual y todas las mañanas me levanto a las 6:30 y me siento en la máquina de escribir y luego escribo y escribo hasta el mediodía. Solo escribo. Sigo escribiendo. No importa si escribo cosas buenas. No importa si escribo cosas malas. Sigo escribiendo.

Y lo que su subconsciente le diría es: Bueno, siempre que tengamos la máquina, también podríamos escribir algo que valga la pena leer. 

Y esta idea de que seremos capaces de crear más y más trabajo malo en nuestro camino hacia un buen trabajo, es una forma de desbloquear el mito para superar el estancamiento y darnos cuenta de que no tenemos problemas con la escritura, así como no tenemos problemas para hablar. 

Pero con lo que realmente tenemos un problema es con ser perfectos.

Otra forma de abordarlo es el método Harlan Ellison. ‘Me vendo a mí mismo, pero a las tasas más altas. No orino sin que me paguen ‘. Harlan decidió que era un escritor a sueldo y que si alguien le pagaba, él iba a escribir.

No se trataba de la musa, no se trataba de qué inspiración lo tocara. Su trabajo era el del plomero. Pague al escritor, el escritor escribirá por usted.

David Mamet tiene un enfoque diferente. David Mamet, quien creó algunas de las obras más vívidas y memorables de nuestra historia, ha hecho un montón de basura seguida, pero sigue escribiendo. Que es exactamente la única forma de escribir una gran obra. Seguir escribiendo. Presentarse y poner el trabajo sobre la mesa.

Es fácil creer que la creatividad nos va a salir como un relámpago.

Miles Davis grabó ‘Kind of blue’ en 72 horas. Uno de los mejores álbumes de jazz jamás grabados, de pronto uno de los más vendidos. Tres días, hecho. Miramos eso y nos decimos a nosotros mismos: ¡Guau! No puedo esperar a que algo así me suceda. Excepto …

Excepto que Miles Davis hizo más de 40 álbumes discográficos en su carrera. Más de 40. Y muy pocos comparados con Kind of blue. ¿Cómo podrían? Está bien. Él hizo el trabajo. Se mostró e hizo el trabajo.

Stephen King, uno de los mejores escritores de nuestro tiempo, asiste a conferencias de escritores. Su forma de retribuir. Y en estas conferencias, los autores emergentes levantan la mano y dicen: Stephen King, usted es uno de los mejores escritores de todos los tiempos, por favor díganos… qué tipo de lápiz usa. Como si saber qué tipo de lápiz usa Stephen King pudiera servir de algo.

Lo que buscamos cuando tenemos miedo, cuando buscamos la salida, es tranquilidad. Queremos la tranquilidad de alguien que nos diga que todo estará bien. La tranquilidad de saber cómo escribe Stephen King, cómo escribe Isaac Asimov, cómo se le ocurren las ideas al guionista o al dramaturgo.

Esto es una tontería porque la tranquilidad es inútil. Nunca puede haber suficiente tranquilidad.

Una vez que hayas salido de la conferencia de escritores debes ir a casa y sentarte solo y nadie estará parado allí diciéndote que todo va a estar bien. No puedes confiar en la tranquilidad porque la tranquilidad te decepcionará.

En cambio, tenemos que aprender a volar. Para volar solos. Para cavar una zanja. Para hacer la plomería. Para arribar a las malas ideas en nuestro camino a tener la perspicacia para diferenciarlas de las buenas ideas.

Steven Pressfield llama a estas emociones «la Resistencia». La Resistencia, su término, es el trabajo de la amígdala. Ese pequeño cerebro amargo del tamaño de una almendra cerca de nuestro tronco cerebral.

La amígdala no habla inglés. La amígdala se encarga de luchar o huir. La amígdala es lo que hace que un animal salvaje sea un animal salvaje. Y todavía tenemos una. Nos trajo aquí millones de años después, nos ayudó. Nos ayudó en la jungla y nos ayudó en la sabana. Nos ayudó, sí, también en la sala de juntas. 

Pero la amígdala se vuelve en contra. Es contraproducente porque tiene muchos problemas para diferenciar entre un tigre dientes de sable y un editor. 

Es contraproducente porque cuando ve peligro, se congela. Hace que nuestro corazón se acelere. Y es muy, muy inteligente. Es inteligente en la forma en que se le ocurren mil formas de evitar hacer lo que teme.

Entonces el trabajo del creativo tiene dos partes. Primero, tiene que exponerse al mundo para aprender, ver, comprender. Segundo, tiene que bailar con la amígdala.

El miedo no desaparecerá. La Resistencia nunca desaparece.

Cuanto más importante es el trabajo, más ruidosa se vuelve. Cuanto más intentes hacer que desaparezca, más difícil e inteligente será la respuesta.

No, no puedes hacer que desaparezca. Nunca habrá días normales en los que te sientas como Miles Davis grabando Kind of blue. Quizás nunca sea un poco fuerte. Rara vez habrá días así. No cuentes con ellos. 

En cambio, el trabajo es hacerlo cuando no tienes ganas. Hacerlo cuando no es fácil. Esperar toda una vida para escribir ese párrafo mágico puede ser divertido y fácil en ese momento, pero ése no es el trabajo. El trabajo de un profesional es diferente. 

Ros y Ben Zander, en su hermoso libro ‘El arte de la posibilidad’, sugieren una forma sencilla de cambiar nuestra narrativa. Y la idea es reemplazar la palabra ‘pero’ por la palabra ‘y’. 

En el ejemplo que da Ros: Estoy en Florida, estoy de vacaciones, pero afuera está lloviendo. El ‘pero’ arruina todo. Querías que fuera una cosa y es otra. 

Es ahí, dice, donde reside el sufrimiento. Cuando nuestra concepción de lo que es justo no coincide con lo que está sucediendo. Pero como señala Ros, podemos reemplazar la palabra ‘pero’ con la palabra ‘y’: Estoy en Florida de vacaciones y está lloviendo afuera, así que puedo ponerme a cocinar algo rico, no tengo que ir a la playa.

Tan pronto como asumamos el final, podremos volver al trabajo. Mañana tengo una fecha límite. Tengo que escribir una texto y me siento bloqueado, así que escribiré tantas malas ideas como pueda. Está bien. Porque ahora estás avanzando. Estás sentado en la máquina de escribir y escribiendo. Página tras página, tras página.

Cuando estaba en noveno grado, abrieron una nueva escuela secundaria en mi ciudad, así que empecé en una nueva escuela en décimo grado. Y cuando abrieron esta nueva escuela, por supuesto, tenían un equipo de fútbol y un equipo de fútbol americano, ​​y un equipo de gimnasia. Pero no tenían un equipo de Quiz Bowl (Tazón de Preguntas y Respuestas).

En Buffalo, donde crecí, el Quiz Bowl era una gran cosa todos los domingos por la noche en la televisión. Necesitábamos un equipo de Quiz Bowl y yo quería estar en él. Así que me puse con el tema de armar el equipo, encontrar al asesor, construir una pequeña placa de circuito para los timbres y todo lo demás, y luego hicimos las audiciones. 

Y, por supuesto, en la audición quedé décimo. No entré en el equipo, pero me dejaron ser entrenador. Y entendí poco después por qué lo hice tan mal y lo probé. Porque era bastante bueno en Trivia … Lo hice mal porque tenía un problema con el manejo del timbre. 

Este es el asunto: Si quieres ganar en Jeopardy, no puedes esperar hasta estar seguro de que sabes la respuesta. Porque para cuando estés seguro de saber la respuesta, otra persona ya ha presionado el timbre.

El secreto de la gestión del timbre no es tocarlo cuando sabes la respuesta, sino cuando crees que podrías saber la respuesta para cuando te llamen.

Ese segundo y medio entre el momento en que tocas el timbre y el momento en que el anfitrión dice tu nombre, tu cerebro está trabajando extra. Tu cerebro baila con la amígdala, se da cuenta de que es mejor poner la idea correcta en el mundo que esconderla.

Tienes más miedo de ser bloqueado que de hacer el trabajo en sí.

Así que la gestión del timbre es otro ejemplo de buen hábito. Porque realmente el Bloqueo del Escritor es una serie de malos hábitos de miedo, apilados uno sobre otro. 

Es ficticio. No tenemos Bloqueo del Escritor. Tal vez lo sentimos, pero no es lo que somos. No estamos bloqueados. Lo que tenemos, es miedo.

Y ese miedo, ese miedo de ver cómo se desperdicia nuestra reputación porque lo siguiente que vamos a hacer no es tan bueno como lo último, ese miedo a lo que la gente diría de nosotros, nos marea, nos mantiene atascados.

A Nike, por supuesto, le gustaría que ‘Simplemente lo hagas’. Lo cual es fácilmente interpretado como ‘Qué diablos’, ‘Acelera’, ‘Termina de una vez’, ‘Ponlo ahí fuera’. Pero eso no es lo que quiere decir. 

La idea de lanzar tu trabajo no se trata simplemente de lanzarlo. ‘Como sea, qué diablos.’ En cambio, es la idea de «meramente» hacerlo.

Hacerlo sin comentarios. Hacerlo sin escuchar los lloriqueos, las excusas, las quejas. Todas las maniobras que hace la Resistencia en la parte posterior de tu cabeza. 

«Meramente hazlo» significa: saca tu llave inglesa y ajusta el caño. Saca tu pala y cava la zanja.

Simplemente hazlo. Siéntate a la máquina de escribir y escribe. 4 horas, 5 horas y luego levántate, ya está. Es tu trabajo. Somos profesionales y nuestra profesión es crear algo que importe, encontrar la forma de liderar y conectar.

No es tan lineal como el trabajo en una fábrica. No es tan seguro como el trabajo en la fábrica. Pero es 500 veces mejor. Es mejor porque nos involucra a un nivel de humanidad, que muchos de nosotros hemos querido poder hacer.

Simplemente lánzalo. Simplemente pon la idea en el mundo. Simplemente llega con lo mejor que tienes ahora mismo. Probablemente no sea perfecto. Definitivamente no es lo suficientemente bueno, pero podemos mejorarlo. Puedes hacerlo mejor, pero primero debemos comenzar.

No podemos convencernos a nosotros mismos de que algo nos afecta. Nos hemos afectado. Nos hemos afectado con una narrativa. Una de impotencia. El final del camino. Se terminó. No más oportunidades.

No es verdad. Todos los datos nos muestran que no es cierto. Simplemente tenemos que escribir. Simplemente tenemos que crear, tenemos que ser lo suficientemente generosos como para presentar el mejor trabajo que tenemos en este momento.

Porque una vez que la amígdala, la Resistencia, se dé cuenta de que lo vas a presentar de todos modos, se pondrá en marcha y tu trabajo mejorará.

Así que no, por favor, no le digas a nadie: no tengo buenas ideas. Empieza diciendo: no tengo suficientes ideas malas.

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Pregunta:

Creo que el liderazgo proviene de esta asombrosa habilidad de contar una historia y traer la alegoría a la ecuación para que las personas puedan ver tu visión y sentirse emocionalmente conectadas con lo que estabas haciendo.

Mi pregunta es cómo se te ocurren las diferentes alegorías y metáforas que usas, para hacer esto y poder conectarte con personas a un nivel tan emocional. Por eso me interesaría porque creo que es una habilidad de liderazgo realmente importante que no se puede subestimar. 

Sí, hay mucha jugosidad en esta pregunta porque, de hecho, los seres humanos son máquinas de contar historias. Casi nunca nos contamos los hechos. Casi nunca nos alejamos de una situación sabiendo la verdad exacta de todo lo que ocurrió.

Somos pésimos testigos presenciales. Somos malos recordando cosas específicamente. Pero somos geniales con las historias. Inventamos historias todo el tiempo. Vemos que algo sucede una, dos, tres veces y asumimos que sucederá en otra ocasión. 

Las cosas que recordamos de los 3 años, 7 años, 12 años, lo que recordamos, son las historias. 

Ahora bien, una historia no es “Había una vez”. Una historia no es “Y vivieron felices por siempre”. Una historia es un conjunto de símbolos integrados para crear un recuerdo y una emoción.

Obtenemos tensión y luego liberamos la tensión. Nos gustan las analogías y las metáforas, porque eso toma algo nuevo y lo engancha en algo viejo.

Entonces, sí, aquí es donde reside el liderazgo. El liderazgo es el acto de hacer que las personas se enamoren de una versión del futuro. Una que no necesariamente habían considerado o creído posible. 

Si la gente no puede enamorarse de esa visión, será muy difícil ponerlos de tu lado, para que trabajen en pos de esa visión.

Para liderar contamos historias. Y las historias que contamos que funcionan, son las que resuenan en la gente. ¿Cómo volverse bueno en eso? ¿Existe un manual? ¿Cuál es el atajo?

Bueno, resulta que muy pocas personas son narradores natos. La mayoría de nosotros no somos capaces de contar una historia bien hasta que somos adolescentes. Para algunas personas, lleva más años que eso. 

Pero esto es lo que sé. Para terminar siendo un gran narrador, debes empezar siendo un pésimo narrador.

Apareces una y otra vez con metáforas, con analogías, con ejemplos, con anécdotas, no lo haces muy bien, hasta que un día lo haces mejor. 

Por lo tanto, tenemos que invertir en contar historias que no funcionan. Mirar a las personas a los ojos y decirles la mejor versión de nosotros mismos, contarles nuestra mejor versión de ese hecho que sucedió y el por qué querrían entenderlo.

¿Por qué? Es como un velero y una semilla de sandía. Bueno, resulta que si enseñas a los niños el tiempo suficiente sobre cómo navegar en un velero de 12 pies, descubrirás que si les muestras una semilla de sandía y la sostienes de cierta manera y los llevas a pensar por qué la semilla saldrá volando si la aprietas entre tus dedos, tal vez, solo tal vez, los niños entenderán cómo funciona un velero.

No sé quién fue la primera persona que inventó la historia del velero y la semilla de sandía. Probablemente no fue mi amigo Michael a quien escuché enseñar esa historia en 1978. Seguramente o escuchó de alguien que lo escuchó de alguien.

Lo que sí sé es que el acto de contar mal una historia es el único método para contar una historia bien.

Cuenta tu historia, fíjate qué es lo que hace que los ojos de las personas se iluminen, fíjate qué les atrae y luego encuentra una nueva historia, una historia real, una historia relevante, una historia que puedan recordar y sobre la que puedan actuar.

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Seth Godin

Traducción: Maya Vázquez

(Se aceptan correcciones)

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