¿Es posible realmente vivir de tu emprendimiento?
Si intentás responderme la pregunta pensando en esos ejemplos que se te están ocurriendo ahora sobre otras personas, ya se lo que vas a decirme.
Pero si lo hacés pensando en vos, y en tu remo en dulce de leche, es muy probable que me digas que no, o que ya no estás tan segura.
Cualquiera que se haya tomado esto en serio sabe a que me refiero.
Hay días en que habría que contratar una grúa que nos ayude a no bajar los brazos.
Pero la cultura ricotera nos enseñó que «el que abandona, no tiene premio».
Nada más cierto.
Y nada más cierto también, que para correr una maratón, lo peor que podemos hacer es matarnos en los primeros 100 metros. (Dice la mina desde el sofá, pero intuye que debe ser así)
Vieja y sabia es la fábula de la libre y la tortuga.
Tiempo. Paciencia. Y sobre todo constancia. Persistencia.
Persistencia en seguir haciendo ALGO BUENO PARA ALGUIEN, algo cada vez más bueno, cada vez mejor para ese alguien.
Para esa una, dos, diez personas que empiezan a enamorarse de lo que hacés porque es justo lo que estaban necesitando.
Por eso te encontraron.
Y como les encantó tu forma única de darlo, se quedaron en tu ronda, tomando tu mate.
Y le empezaron a contar a los demás.
Sobre vos.
Y tus ideas.
Y un día, en vez de vivir de las ideas ajenas,
empezaste a vivir de las tuyas.
Y eso…
No tiene precio.
Como dije ayer en #dosparaelmate que le gustó a @mimejorvictoria «remando, pero en mis términos».
En el episodio de esta semana del #podcast#elmatedelamañana hablo bastante sobre este tema.
¿Vos que pensás?
Paso el mate y te leo.
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