“Negrita y los gorriones” era uno de mis #chiribitiles favoritos.
Mi vieja me lo leía tantas veces a la hora de dormir, como yo ahora a mi hija. Gateras las tres, obviamente era un libro para nosotras. Al igual que “Gatomiau”.

Pero también lo eran (y lo son) todos los de Odos, maravillosa creación de Graciela Montes y Julia Díaz: “Así nació Nicolodo”, “Nicolodo viaja al país de la cocina” y “Teodo”. Con mi vieja, los amábamos, nos identificábamos con las emociones de Papitodo, tanto que nos entendíamos perfectamente cuando ella me decía: “Hoy… podría pintar todos los pastitos de negro” en vez de decir “estoy triste”. O “vestirme de azul” cuando estaba feliz.

La historia romántica de “Los juguetes” nos hacía dormir con la misma sonrisa de Mariana, la niña que sueña con una fiesta de casamiento entre los suyos.

Julieta, a los cuatro años, podía repetir de memoria todo el diálogo entre pollito amarillo y Carabás.
Si alguna vez me equivoco al hacer las voces de los personajes de “El señor viento Otto” protesta y corrije.
Y hasta hoy, tengo que hacer la voz del sauce llorón cada vez que pasamos al lado del que está en la otra esquina.
Pero tengo que dejarla entonar a ella la melodía que inventamos para el verso de “El pajarito remendado” porque es su favorito.

Este puente generacional fantástico es posible gracias al trabajo de Violeta Canggianelli, que llevó la idea a Editorial EUDEBA para reeditar esta colección de hermosos cuentos que entre los años ´70 y ´80 sacó el Centro Editor de América Latina. Una joya de la literatura infantil de esas que no abundan. Grandes escritores e ilustradores argentinos reunidos en una histórica serie.
Entonces, desde hace algunos años, fueron saliendo nuevamente muchísimos Chiribitiles reeditados. Pero Violeta y Eudeba fueron más allá, también comenzaron a sacar nuevos títulos, siguiendo la línea.

Y como el arte llama al arte, un buen día, el genial grupo de música infantil “Valor Vereda” se acercó a Violeta para proponerle hacer “Las canciones del Chiribitil”. Después de mucho esfuerzo, pasión y trabajo (que es lo que lleva hacer un disco independiente, como bien sabemos los que anduvimos en eso) lograron concretar el sueño y el disco hoy es un hecho que todos y todas podemos disfrutar.

Juli lo tiene en su playlist de Spotify desde que salió. Y se lo pasó al padre, que a veces le pide prestado sus libros para ir a las Escuelas Públicas de San Martín donde les enseña a sus alumnos la cumbia de “El osito y su mamá”, el tinku de “Los zapatos voladores” o el gato de “Negrita y los gorriones”.

En el día de la Música, día del nacimiento de mi madre, Rosa Buk, veo a mi hija Julieta (5) y su primo Fabrizio (1 y 1/2) bailando el gato en el patio de casa, y brindo por Rosita que nos dejó este patio y el amor por la música y los chiribitiles.

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Compren Chiribitiles!

Y los discos de Valor Vereda


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